miércoles, 7 de septiembre de 2011

Desvíate, desvíate tornado, que en nuestra jaima está el profeta

Cuando se alejó el torbellino se miraron unos a otros, continuaban vivos pero con un susto enorme en el cuerpo. El demonio de arena no había pasado de largo pero al menos todos ellos podían dar las gracias al profeta.


El relato continúa en Delicias saharauis

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