martes, 14 de febrero de 2012

Cuentan que toda aquella ilusión había comenzado hacia 1898

cuando Ma el Ainin acampó cerca del sepulcro de Sid Ahmed Larosi. Su gente le informó que en las inmediaciones había un lugar en el que abundaban los juncos (smara) y por tanto debía haber agua, el bien más preciado para los nómadas.

El relato continúa en Delicias saharauis


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