Porque ella no había sido siempre una refugiada, y a pesar de los años, el frío, la enfermedad y aquella gran ciudad que amenazaba con engullirla, aún guardaba mucha fuerza para desafiar el destierro y el olvido que le habían impuesto por la fuerza treinta años atrás.
El relato continúa en Delicias saharauis
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